MARÍA GUERRERO MANSO
Mirándome, diría de mí con orgullo, que aún soy esa niña oveja negra, soñadora y despreocupada, que sentía más de lo que era normal en su familia, y que era capaz de anticiparse a lo que iba a sentir o necesitar el otro.
Ese sentir me llevó a preguntarme qué movía a los animales a querer una determinada cosa, a ir hacia un sitio concreto…etc. Pero no fue hasta que mi adulta trabajó varios temas con ellos, que no adopté a Pepa, allá por mi cumpleaños de octubre de 2014. Aprendimos la una de la otra, cuál era la mejor manera de convivir… aunque creo que yo fui la que se llevó la mejor parte de esa convivencia, pues quién diría que, siete años después, habría desarrollado mi sensibilidad hasta poder hablar (sí, hablar) con los animales, entendiendo todo lo que me preguntaba de niña. Y que, en ese camino, iba a ir sanando mi relación con mi propia muerte y con la de los demás, hasta tal punto de ser yo la Doula de la Muerte Animal, que diera charlas y cursos para acompañar a otros en este maravilloso camino que es dar vida a la muerte de sus animales.
La pregunta de “¿por qué hablas de la muerte, te vas a suicidar?” que me hicieron en mis inicios, ha dado paso al “pues al final te vas a hacer famosa hablando de la muerte de los animales”. Me da igual ser famosa o no. Pero si en el camino hacia mi fin de vida, consigo que, cuando muera “nuestro” animal sepamos vivir el momento de una forma sana, y la sociedad nos vea como humanos que han perdido a un ser querido y deje de decirnos “cómprate otro” a la vez que legitima nuestro duelo… sonreiré por ello orgullosa desde donde esté.